(Cómo se hace para ser publicado)
Un trabajo de a dos
El título y las ideas de este texto son una apropiación de la conferencia “Un paseo por la imaginación del lector”, que Samantha Schweblin ofreció en la apertura del “Foro Internacional por el fomento del libro y la lectura” en El Chaco (norte de Argentina). Sus reflexiones me hicieron pensar en las similitudes que hay entre la relación del lector con el autor, y la del agente literario con el editor. En ambos casos hay que construir algo que solo se puede hacer de a dos.
“La literatura sucede durante la lectura -dice Samantha-, y estoy convencida de que es algo que sucede de a dos. Está el que escribe, y está el que lee, si alguno de los dos está ausente, no hay literatura. No es una idea poética, es un suceso…” “De a uno solo, no hay literatura”.
Cada vez que intenté explicar la función del agente literario, cuyo trabajo consiste en lograr que un editor o editora decida publicar un manuscrito (o traducir un libro) de un escritor, o conseguir y negociar una adaptación al cine o a la televisión, cuando el interlocutor es un productor, comenté como, en una reunión presencial entre agente y editor, solo se tiene la certeza de que se llegará a un final feliz si durante la conversación se produce lo que llamé un click, algo apenas perceptible. “Esas milésimas de segundo de atención casi atávica” (dice Samantha), señal de que algo había sido trasmitido por uno y captado por el otro. Igual que en la lectura, “el problema es que… esta tecnología maravillosa que es el acto de la lectura, es algo muy complejo de explicar”. Vaya si lo es. Difícil de explicar y más difícil de lograr, pero fácil de reconocer cuando se da.
El click y cómo lograrlo
Utilicé la poco feliz onomatopeya del click, queriendo expresar ese momento en que la conexión entre quien habla y quien le escucha trasluce no solo comprensión, sino interés, atracción. Como en la lectura, “este estado de suspensión es el estado de mayor escucha de un lector a lo largo de una historia”. Es exactamente lo que el agente literario intenta provocar en su interlocutor.
Se trata de una percepción fina y efímera, que para percibirla hay que estar expectante, en estado de alerta. Si se produce, se reconoce sin dudas. Si el agente eligió bien qué libro presentar a qué editor, están dadas las condiciones, aunque no sucede con frecuencia. Los dos tienen que coincidir en una situación y en un momento que favorezca esta disposición, lo que no es fácil de lograr. El entorno habitual de las grandes ferias internacionales no ayuda, solo aporta la oportunidad del encuentro personal. Los lugares públicos y ruidosos no lo favorecen, aunque igual a veces se da, y en esos casos unos minutos son suficientes. Hay momentos en que dos personas pueden aislarse totalmente del bullicio de su alrededor.
Que la trasmisión presencial es diferente, todos los agentes y los editores lo saben, ya pertenezcan a grandes corporaciones o sean pequeños e independientes, esta es la razón por la que se prepara tan meticulosamente la asistencia a las ferias profesionales, como Frankfurt y Londres, donde editores y agentes acuden ansiosos en busca de que “la magia suceda”.
“Durante ese tiempo cada palabra tiene un impacto preciso en la cabeza y en el cuerpo del lector” dice Samantha, y entre agente y editor es exactamente igual. El click, que es en realidad el instante en que lo que se dice conecta profundamente con lo que se escucha, no se expresa verbalmente, se reconoce por sutilezas, algo que cambia en la expresión de la mirada, algún gesto apenas perceptible, a veces una ligera distensión corporal, o los hombros que se aflojan. Aunque la respuesta verbal pueda ser un simple “me lo voy a mirar”, el agente sabe que su trabajo fue exitoso, y que la decisión positiva, aunque demore, llegará.
Así se logra que un autor sea publicado, traducido, o adaptado al mundo audiovisual. No hay secretos, ni acuerdos mafiosos, ni super agentes, ni ningún poder especial, todo eso son leyendas urbanas.
Otro camino más simple
También hay otra manera, menos exigente y con mayor porcentaje de éxito, consistente en poder decirle a un editor que publica para un público amplio “este libro lleva vendidos trescientos mil ejemplares”, siempre que sea verdad. En estos casos no es necesario dedicarle mucho tiempo, ni la reunión necesita ser presencial, ni hay sutilezas de las que estar pendiente, se trata solo de escuchar la oferta económica.
No desvalorizo en absoluto a los editores de grandes éxitos de venta, tienen su arte y su saber, y mucho menos a los autores de estos libros, que encontraron, siempre con mucho esfuerzo, una forma de escribir y un reconocimiento amplio de los lectores. Pero esto solo sucede muy de vez en cuando, porque como dije tantas veces, de cada diez libros publicados solo uno logra un éxito de ventas. Con los otros nueve es con los que tenemos mucho que trabajar.
El olfato del editor, un valor demodé que cuesta reemplazar
Para que “la magia suceda” el encuentro necesariamente tiene que ser presencial. Ninguna de las formas de comunicación digital, tan útiles todas, permite trasmitir ni percibir ese momento al que me refiero, porque es algo del orden de la percepción, que la pantalla por ahora no trasmite. Sería como poder reconocer, por el olfato, el perfume que lleva quien está del otro lado de la pantalla.
Durante mucho tiempo, un par de siglos quizás, las decisiones se tomaban de acuerdo con el olfato del editor, un concepto analógico por antonomasia. En las grandes editoriales, el olfato del editor ha sido reemplazado por la información de los algoritmos y el aporte de los neurocientíficos, que ofrecen “claves” para atrapar y retener al lector, y que un libro se venda más. (Las constantes de estas claves son bastante evidentes en las series de televisión).
Este supuesto saber sobre cómo funciona el lector, que prescinde del olfato y también del click, proviene no solo de Amazon y Google, sino, por ejemplo, de la información que proporcionamos al leer en un Kindle conectado a Internet: en qué escena leemos más rápido, cuando dejamos de leer, a qué hora leemos más, y qué libros leemos a lo largo de varios meses y con cuáles no nos damos respiro hasta llegar al final.
Lo curioso -y atractivo a la vez- de estos grandes avances de la ciencia y la tecnología aplicada al mundo de la edición, es que tantos recursos no han logrado modificar que solo tenga éxito un libro de cada diez. En el juicio antimonopolio que los Estados Unidos de América está llevando (septiembre 2022) contra Penguin Random House para impedir que compre Simon and Schuster, surgió, en sede judicial, un dato concreto sobre las dificultades de acertar: “de los 58.000 títulos comerciales publicados por año, la mitad de esos venden menos de una docena de libros. MENOS DE UNA DOCENA”. https://n9.cl/fu1xn
Modernizar sin destruir
La industria editorial no podía salir indemne de la tremenda revolución en los usos y costumbres arraigados durante varios siglos que hoy llamamos analógicos. Cuando, a principios del milenio las editoriales comenzaron a ver caer sus ingresos, y temían la amenaza del libro electrónico, que parecía terminal, aunque ahora sabemos que no fue tal, todos miraron con terror lo que acababa de suceder con la industria musical, donde de golpe, todos los soportes físicos existentes se transformaron en descargas digitales, quebrando a las productoras, hundiendo a los fabricantes de equipos de reproducción, y haciendo desaparecer las tiendas que vendían discos. En solo veinte años los soportes físicos se convirtieron en objetos de colección.
Las decisiones basadas en datos (algoritmos) son una realidad creciente, no solo en la edición, y es aceptado e incorporado con naturalidad por la mayor parte de la sociedad, que lo ve como un avance de la modernidad.
El futuro éxito o fracaso de la edición, de la venta de libros, de la lectura, de los valores culturales, educativos y de recreación que giran alrededor del libro, estará en saber discriminar qué cosas es necesario digitalizar y cuáles no. Por poner un solo ejemplo ¿se robotizará el trabajo del autor? Se trata de incorporar cambios donde se requieren, y de preservar aquellas prácticas “que vienen de antes” pero que siguen aportando valor.
La historia muestra que no todo sale como se predice que saldrá, y que en toda actividad (la editorial también), hay demasiados casos atípicos y utopías que terminan no siendo tales, aunque ahora lo que toca es bajar una Aplicación más.
[El discurso de Samantha Schweblin puede leerse aquí:
https://www.infobae.com/cultura/2022/08/27/un-paseo-por-la-imaginacion-del-lector/
Leo Samanta Schewblin y dejo de leer. La mención de este nombre invalida el resto del artículo. Preveo aburrimiento. Leo «reflexiones de Samanta Schweblin» y leo un oxímoron: no he encontrado reflexiones ni en la prosa de esta escritora ni en sus entrevistas ni en sus conferencias. No tengo nada personal con ella. Tengo, sí, un problema profundo con la «literatura» contemporánea. Antes las personas que tenían tiempo para escribir – generalmente burgueses con inclinaciones artísticas- estudiaban. Ahora este tipo de gente viaja. Su «literatura» se nutre de viajes y de alguna que otra historia familiar. Esta «literatura», que nos han vendido como lo mejor de esta época, abunda en anécdotas y en ausencia de temas. Abunda la ausencia también de una poética propia, de un uso extraño del lenguaje (esto es, al fin y al cabo la literatura), del estudio de la filosofía o al menos de una visión filosófica de la vida. La literatura contemporánea que se publica es, en general, una prédica de la banalidad.
Gracias Guillermo por darme la libertad de expresarme y por no censurar este comentario.
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Distinguido Sr. Guillermo Schavelzon: En primer lugar, discúlpeme el atrevimiento por escribirle por este medio y del que no estoy seguro sea efectivo. Ateniéndome al tenor de su pregunta “Cómo se hace para ser publicado” que acompaña al título de la entrada que publicó en su blog el sábado 10 de setiembre de 2022, titulado “Un paseo por la imaginación del editor”. Pregunta que le reformulo con muchas expectativas y gran respeto: ¿cómo se hace para ser representado, por el agente literario más competente y calificado del mundo hispano? He intentado resolver un trabajo de 3 (autor-agente literario-editor) publicando como autor independiente lo escrito desde el inicio de la posguerra salvadoreña, pero sin mayores consecuencias por publicar 10 libros en Amazon. Mi obra de antes todo lo perdí, como consecuencia de mi militancia política vivida en la clandestinidad por más de 20 años. Sin otro particular, con todo respeto quedo en espera de sus noticias. Atentamente, Luisfelipe Minhero Autor Independiente Salvadoreño.
El blog de Luisfelipe Minherohttps://luisfelipeminhero.blogspot.com/?zx=1bcd0d27d59fb6f0: luisfelipeminhero.blogspot.comhttps://luisfelipeminhero.blogspot.com/?zx=1bcd0d27d59fb6f0
Mi Página de Autor Central: amazon.com/author/luisfelipeminherohttp://amazon.com/author/luisfelipeminhero?fbclid=IwAR0qseGRTZCFH_55ioFyfr0qBSys1wR0zc6hh4sHJf31d0CZyioX2Otv-gM
?????? ¡QUE LA RAZÓN Y LA ARMONÍA TE ACOMPAÑEN! ??????
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Menos de una docena. Me impactó eso.
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Muchas gracias por este artículo, Guillermo. Es una pena que en Argentina no sea tan usual la figura del agente literario, a los escritores de estos pagos nos ayudaría muchísimo.
En otro orden de cosas, disfruté enormemente de El enigma del oficio, plagado de anécdotas maravillosas de autores que amo y admiro. Me sorprendió para bien la honestidad (a veces brutal) de tus historias. Gracias nuevamente.
Paola Vicenzi.
http://www.paovicenzi.com
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Gracias por la inspiración Willie No solo de esta nota, sino constantemente en el blog Y en tu libro que acabo de finalizar!! Gracias
Por favor, fíjate el link q debería llevar al discurso de Samanta. Algo esta mal allí…
Abrazo y otro para Lidia
Guido
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como siempre, inspirador leerte querido Willy (y mas ahora que a veces también soy agente!!)
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